Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

domingo, 27 de octubre de 2013

Lo que me gusta de los libros

 
Me gustan los libros. Me gustan mucho los libros. Y lo que más me gusta de ellos, es que da igual que leas uno en el que hayan mimado cada párrafo, que sientas cómo se acomodan las palabras para producirte esa caricia en el momento adecuado. Y saborear el gusto de cada palabra por el simple hecho de pronunciarla, de sentirla, de leerla, de ver cómo una detrás de otra componen la más bella de las estructuras. O, por el contrario, puedes encontrarte con esos libros en los que, quizás para contar la más bella de las historias, sólo han dejado deslizar por el papel las primeras palabras, sin importar cómo cayeran. Pero eso da igual. O casi. Porque cada libro me desafía con finales que, a veces, me parecen imposibles, con dudas de los protagonistas que hago inmediatamente mías, con posibles situaciones con las que me podría encontrar mañana y con respuestas que no dejo de cuestionar. Puede que sea mi carácter obsesivo, ése de no parar hasta arrancar la reja, o como sea el refrán. Pero la verdad es que poco me importa la calidad del libro cuando a psicoanalizarlo me dispongo. Anoche acabé uno y, como es habitual en mí, me he llevado todo el día intentando dar mis propias respuestas a las situaciones a las que se encontraba la protagonista.
En este caso y en cierto capítulo, ella se martiriza con cada detalle que tiene su pareja para con ella, porque piensa que es fruto de la culpabilidad que siente por una infidelidad del pasado. Nada del otro mundo, lo reconozco, pero a mí me ha dado para autofilosofear (si es que existe o existiera la palabra) y valga la redundancia, con una misma, todo el día. Y aquí es donde yo quería llegar. El libro, la novela en cuestión, que precisamente no es que  resalte por su calidad literaria, me ha servido para llegar a una conclusión, claro está después de una larga serie de preguntas. ¿Por qué valoramos tan poco las acciones que provienen del sentimiento de la culpabilidad?, ¿No es un sentimiento como otro cualquiera?, ¿Somos capaces de diferenciar qué nos mueve a realizar cada una de las acciones de cada día?, ¿De verdad creemos que las buenas acciones no están exentas de interés ninguno?... Es muy difícil saber qué te lleva a hacer cada cosa. Por culpabilidad hacemos muchas cosas al día, porque lo de la culpa lo llevamos en la sangre, y nos sentimos culpable cada vez que creemos no estar respondiendo a las expectativas del otro. Pero, claro, cuando la culpabilidad es del otro no solemos ser tan generosos, y rechazamos todo lo que venga de ella. Claro, nadie nos ha dicho que ser coherente sea fácil.
Así que lo que más me gusta de los libros, como de las buenas películas, es esa larga lista de preguntas que yo mismo me impongo a modo de deberes y que hasta que no les doy respuestas son mis compañeras fieles. Ellas con sus respuestas me ayudan a replantearme desde una simple opinión a mi opción de modo de vida. Me ayudan a reciclarme, a cuestionarlo todo. Y, al final, siempre gano. Unas veces porque me reitero en mis pensamientos y forma de ver la vida, y otras, porque me doy cuenta de lo terriblemente equivocada que estaba. Y, ahora que lo pienso, no sé qué me gusta más que me pase....
Vuelta a las preguntas, en fin, lo pensaré esta noche y ya os contaré. Y mientras, a seguir leyendo.