Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cosas que aprendí de mi hermano

No recuerdo cuál fue el primer momento en el que tuve consciencia de tener un hermano, aunque sí de la sensación que me producía hablar de él. En el colegio ya me gustaba presumir de que tenía un hermano grande, y es que ocho años marcaban entre nosotros una gran diferencia.

Eso unido al ser niño y niña, con todo lo que conllevaba en aquella época, donde cada uno se educó en colegios donde el otro sexo sólo se veía por las ventanas. Recuerdo que ya entonces, en el colegio, mis compañeras me acusaban de que mi hermano, el grande, me hacía los deberes, y eso me pasaba por hablar tanto de lo bien que él lo hacía todo. Aunque debo reconocer que el famoso premio Coca-cola del colegio sí que lo gané gracias a los consejos que me dio la noche anterior y de una cita que me dijo de un tal Gandhi, que yo no sabía quién era, pero que me la aprendí de memoria, por si acaso, y que resultó ser clave para ganar el concurso de redacción. Creo que esto nunca se lo dije a él, así que igual es buen momento para agradecerle el tiempo que me dedicó esa noche. Porque cuando yo aún estaba en mi cole de monjas, él ya iba a la facultad, por lo que imagino que yo debía parecerle una niña pesada y algo consentida. Con el tiempo fui aprendiendo cosas de él y hacerlas mías, como su gusto por Silvio Rodríguez, su amor a Triana, del que heredé también su poster, porque no lo he dicho, pero mi primer dormitorio fue el suyo y me explico. Mi casa era pequeña y no podíamos tener el lujo de tener tres camas abiertas durante el día, así que yo dormía en el cuartito de estar en una cama de esas que salían del mueble, y cuando digo cuartito no es sólo por amor a su recuerdo. Y no fue hasta que mi hermano empezó a hacer las prácticas de su carrera como marino cuando yo pude tener mi propio cuarto, y no uno cualquiera, sino el cuarto de mi hermano, el grande. En la herencia iba el mencionado póster de Triana, una estantería que me parecía enorme y que desafíaba a la gravedad, un buró con su cajita de minerales que me encantaba mirar y un armario que escondía en el revés de sus puertas pegatinas y recortes desde el PCE hasta poemas de Alberti. Ese cuarto me parecía mágico y me había sido prohibido por mucho tiempo, o, al menos, era mi sensación cada vez que entraba. No consigo recordarlo sin ver a mi hermano sentado en el buró estudiando durante horas, horas y horas con un flexo negro que también tuve la suerte de heredar. Mi iniciación a la literatura también se lo debo a él, me regaló El Principito en unos Reyes y me daba a leer libros de su mágica estantería, a saber, de Herman Hesse, de Nietzsche, vamos lo que leía cualquier niña de mi edad en los años 70. Ahora que lo pienso igual era por eso que mis compañeras no entendían muy bien de lo que les hablaba.

Pero el tiempo pasó, las inocencias pierden su frescura y todo parece dicho, sabido, y lo que es peor agradecido. Tal vez, hoy, un día normal y corriente es el momento de agradecerle a mi hermano por haberme enseñado a coger una tortillita de camarones de la Guapa sin quemarme, a subirme sin caerme a un colchón hinchable en la playa la Victoria, a esperar a que de pequeña yo almorzara primero por aquello de lo mala que era para comer, a formar equipo con él y convencer a mamá para irnos de vacaciones en verano, a tener un referente en la vida, junto a mi padre, de lo que significa ser una persona honesta, a valorar el esfuerzo y el trabajo que, yo con mis propios ojos, veía todos los días en casa con su ejemplo. Y, por supuesto, una vez revelado el secreto, gracias por haberme ayudado a ganar aquella redacción y aquel concurso, y haberle dado en las narices a todas esas compañeras envidiosas de no poder tener, como yo, un hermano grande, pero GRANDE, GRANDE.


Gracias, Paco.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Hard Rock Café en Minneapolis

   Hard Rock Cafe in downtown Minneapolis is closing

The Hard Rock Cafe in downtown Minneapolis is closing Sept. 30.

The Hard Rock Cafe in downtown Minneapolis is closing Sept. 30.


 Así lo anunciaban ya los periódicos de Minneapolis y St. Paul, el Hard Rock Café cerraba a final de septiembre. Pero mis compañeros y yo tuvimos, entre otras, la suerte de conocerlo, aunque fuera en sus últimos días.
Nos hemos traído muy buenos recuerdos de nuestra estancia en Minnesota, pero aquel almuerzo y creo que en eso estaremos los tres de acuerdo, fue el mejor. El local estaba prácticamente vacío y comparado con otros locales del Hard Rock Café no era especialmente espectacular. Y os lo digo con cierto criterío, ya que soy fans de estos locales y siempre que hay uno en una ciudad nueva que visito, allá que voy a conocerlo. Pero esta vez sin duda lo que me cautivó fue su personal. Nos atendieron dos camareros simpatiquísimos y para que nos sintiéramos más cómodos "sacaron" de la cocina al cocinero que era hispano.





Estuvieron hablando con nosotros y gastándonos bromas. Nos colmaron de detalles hasta el punto de que Steisy, una camarera encantadora, americana por los cuatro costados, nos obsequió con unos regalitos de la tienda, la cual previamente habíamos "saqueado", ya que por motivo del inminente cierre estaba todo al 50%. Y, claro, ninguno de los tres nos pudimos resistir (aunque alguno que yo me sé se hizo un poco duro al principio,,jajaja)

En general, tengo que decir que la gente allí es muy amable y que allá donde entrábamos nos trataban con mucha amabilidad y siempre se esforzaban por entendernos y hacerse entender, que no siempre era fácil (por aquello del mito de la patata en la boca, que a veces casi que lo parecía).
Así que aunque esa guitarra ya no esté colgada  y haya dejado paso y espacio a un gran casino, estoy segura que cuando mis amigos y yo cerremos los ojos y recordemos Minneapolis, la veremos allí y sentiremos el mismo cosquilleo que cuando la vimos y saltamos debajo de ella como tres adolescentes.

Yolanda, Fernando y yo con el cocinero.

Fernando y yo con Steisy.