Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

viernes, 28 de marzo de 2014

Un año de amor

La próxima semana se cumplirá un año de la muerte de mi padre. El tan sólo verlo escrito me desgarra. El duelo según los psicólogos dura un año. Eso no es cierto. El dolor no desaparece. La soledad no desaparece. El enfado no desaparece. La rabia no desaparece. El vacío no desaparece. La orfandad no desaparece... Porque el amor no desaparece. No quiero que llegue ese aniversario, con la certera e hiriente certeza de que vendrá el siguiente, y el siguiente, y el siguiente. Como vinieron los de ella, mi madre. Porque eso sí que se aprende en los duelos, las certezas, las certezas de lo irreversible, lo irremediable y lo definitivo. Puede que sea una tontería, pero ponerle la etiqueta de un año es como sentirlo aún más lejos de lo que ya está. Perderlo aún más. Porque el tiempo lo desdibuja todo, y esa es otra certeza innegable. 


Esta foto se la hice yo hace unos años en una de esas escapadas a un pueblecito que tanto nos gustaba hacer. Es la única que he sido capaz de poner en mi casa. Porque debo reconocer que el duelo, los duelos, me han dejado incapacitada también para algunas cosas. Esta foto es la única que puedo mirar sin que me dé una punzada en no sé que parte del cuerpo o del alma. Quizás sea porque se las hice yo y de alguna manera me siguen mirando. O porque los veo felices. No lo sé. 
Lo cierto es que estoy muy enfadada, a veces conmigo, a veces con el mundo, y creo que a veces hasta con ellos. Según reza un cuento oriental, el enfado es la máscara del dolor. No me cabe duda de que en mi caso es así. Lo que no se le puede negar al duelo, ese periodo aceptable y políticamente correcto que la sociedad te da para pasar el dolor de una forma discreta, es que te va transformando exteriormente el dolor, te lo va matizando y le va dando otras formas mucho más aceptadas socialmente. Porque el dolor ajeno incomoda. Vivimos en una sociedad donde la muerte sigue siendo un tabú y poder expresar tu dolor sin incordiar, un privilegio. 
Aún así, hay algo que consigue burlar al duelo y al tiempo, que consigue perdurar a través de los años y los demás sentimientos... El amor. Todo pasa, todo se transforma. Pero el amor sigue. Y al menos esta certeza, que hoy me acompaña, me ayuda a sonreir cuando los veo abrazados en ese trozo de papel y me imagino que me dicen todas aquellas cosas que el tiempo sí me robó.