Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

miércoles, 24 de octubre de 2012

¡Hoy cumple mi niña otro añito más!

Hoy cumple mi niña otro añito más, y ya son cuatro.  Llegó a mí tal y como la veis en esta foto, con apenas dos meses y no abultando más que una bobina de lana negra, que era lo que parecía. Llegó un 31 de diciembre de 2008, como la última oportunidad de un año que tanto me había quitado y que tanto me debía.

Nunca me habían gustado los perros y nunca, ni de pequeña, había soñado con tener uno, pero en esas Navidades estaba cansada, demasiado cansada para sentir incluso miedo de una responsabilidad tal. Debo confesar que el traerla a casa fue un acto absolutamente egoísta, no tenía ni idea entonces de lo que supondría ni para ella ni para mí tenerla en casa. Ese día sólo pensaba en cómo podría soportar aquella noche en la que entraba un nuevo año, un nuevo y primer año en el que la ausencia de mi madre pensaba no me iba a dejar respirar un minuto más. Así que aquel día poco o nada pensé en ese ser que entraba por mi puerta llena de miedos y desorientada. Sólo veía la mejor forma que se me había ocurrido de olvidarme de qué día era. Lola, la nueva habitante de la casa, pasó creo que una de sus peores noches, porque, como ya he aprendido luego, el ruido de los petardos le dan mucho miedo, y claro de una nochevieja qué íbamos a esperar. Todo esto unido a que era su primera noche en una casa que no conocía y que me empeñé en que durmiera en la cocina. La pobre, sólo espero haberla recompensado en tantas otras noches que nos hemos quedado dormidas acurrucadas en el sofá.
 
Y esa noche pasó, fue muy mala para las dos, pero fue lo primero que pasamos juntas, lo primero que me ayudaba a superar. Decir que fue lo mejor que me trajo aquel año es quedarse corto. Con ella he aprendido tantas cosas que es imposible sospecharlas si no tienes un animal al lado. Aún no sé muy bien lo que yo habré aportado a su vida pero sí sé muy bien lo que ella a la mía. Ha sido todo un descubrimiento, su inocencia, su lealtad, su ternura... su incondicionalidad, en una sociedad que deja tanto que desear. Algunos amigos, todos ellos sin la experiencia de un animal en casa, me han mirado de forma extraña, como si se me hubiera ido la cabeza, cuando les he dicho que mi perra me cae mucho mejor que muchas personas que me rodean. Y no, no se me ha ido la cabeza, ni la he humanizado, pero la considero yo y el resto de mi familia como un miembro más. Porque lo es y porque se lo ha ganado a pulso. Es, por más de un motivo, la pequeña de la casa y esta noche, con ella acurrucada en mi falda y menos que nunca, quiero imaginar nuestras vidas sin ella.

Ella es Lola, nació perra, como yo mujer, pero en el fondo, como con casi todos, es más lo que nos une que lo que nos separa. Y como esto pretende ser toda una declaración de gratitud y amor: Gracias, Lola. Te amo. ¡Feliz Cumpleaños!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cuatro Corbachos o recuerdos de una historia.

   Esta historia se remonta allá por el otoño de 1980. Recuerdo estaba sentada en un sofá de sky amarillo, de ésos que le saltaban los botones y con flequitos en la parte de abajo, en la casa de mi abuela Paca en Palma 7, barrio La Viña, por supuesto, y se me acercó mi prima Mari. Era un domingo como tantos en los que la primera visita era siempre para mi abuela Paca, la madre de mi madre, que había vivido toda la vida en esa casa, acompañada ya por entonces sólo por mi tía Carmela, a la que yo siempre he llamado tata y que, como dice ultimamente, ha heredado su rinconcito en el salón.Yo tenía 11 años y recuerdo cómo mi prima me contó, mientras mis padres hablaban con mi tía y mi abuela, un gran secreto. Me dijo que iba a ser mamá, pero que no lo contara. La noticia me fascinó. Mi prima Mari por la cercanía de edad y, sobre todo, por la física, siempre ha estado muy unida a mi vida. Así que no podría hacer recuento de los grandes momentos de mi vida sin su presencia, sin su apoyo, sin sus consejos... sin su amor. Imagino que el motivo de que fuera "secreto" era mi abuela y su delicado estado de salud. De hecho, ese mismo otoño nos dejó, sin llegar a conocer a su bisnieta.
   Mi prima, como es lógico, empezó a engordar y a mí y con mi edad me parecía la barriga más grande del mundo. Recuerdo tantas tardes de paseo y de meriendas con mi tata, mi madre y nosotras dos. Ella con un pichi azul que se ponía muy a menudo y que a mí me impresionaba sobre manera porque no podía imaginar que la barriga de mi prima, con lo delgada que siempre ha estado, pudiera estirar tanto. Fueron meses de tricotar jerseys de lanita, vestiditos, mirar embobadas el escaparate de la tienda "Goya" y ver cómo todas se ponían cada vez más nerviosas con los preparativos. Un punto de discordia fue el nombre que llevaría la niña, porque no lo he dicho, pero por supuesto entre tanta Corbacho fémina no podía ser otra cosa que niña. A mi prima  le prestaron un libro de nombres y aquello terminó siendo un concurso. Todas las tardes hablábamos de nombres diferentes, ninguno tradicional, por lo que mi tata y mi madre siempre nos miraban con esa cara que sólo ellas sabían poner de desaprobación nada enmascarada. Había varios favoritos, como Priscilla, pero mi tata decía que cómo le íbamos a poner a la niña "presilla", y entonces mi prima comprendió que era mucho nombre para el barrio de La Viña, así que se decantó por Virginia, que aunque suele perder la "r" con facilidad acompañado de cierta aspiración exagerada, pasa más desapercibido.
   Y la niña nació un 1 de Julio, preparada ya para ir a la Caleta. Mi tata les decía a las vecinas que era muy pequeñita, luego comprendí que era una estrategia suya para que se sorprendrieran cuando la vieran. Y es que Virginia era una bebé precioso y desde luego para los que la conozcais os podéis imaginar que pequeña, lo que es pequeña, no era. A mí que no había tenido la oportunidad de tener niños pequeños cercanos en la familia (es lo que tiene ser la pequeña de la hija pequeña de doce hermanos), fue toda una experiencia. La niña era sin duda monísima pero lo que más recuerdo era lo que lloraba, a mí no me parecía normal. Se cogía unos berrrinches increíbles y se ponía morada. Hoy y conociendo sus "corajes" no me extraña que ya desde pequeña le dieran. Recuerdo cómo un día en la plaza  Mina, sentadas todas en un banco, se puso morada de tanto llorar y dejó de respirar. Se quedó como congelada, buena ella sola no, ella, su madre y yo. No sabíamos qué hacer, hasta que mi madre con toda la tranquilidad la cogió por los pies y la zarandeó todo lo que pudo y más, porque claro a corajes tampoco nadie la ganaba, y una bebé no le iba a rechistar, por muy Corbacho que fuera. Creo que aquello fue el inicio de su gran amistad, del gran amor y complicidad que se tuvieron las dos siempre. Incluso hoy, que ella, mi madre, ya no está, siguen de alguna manera juntas. Y es que fueron muchas las tardes de paseo, muchas las noches que dormía en mi casa y muchas las comidas en el campo.
   Con Virginia he compartido muchas cosas, venía de paseo conmigo cuando tuve mi primer novio, dormíamos juntas, bailábamos hasta que la vecina de abajo subía a protestar, heredó mis Nancys, mi Leslie y hasta mi Lucas (madre mía, qué tiempos). Y la niña siguió creciendo, bueno, a veces me pregunto si ha parado alguna vez. Porque ella es grande, grande como la Luna. Grande su corazón, su generosidad y su bondad. Y ahora cuando algo le duele mucho ya no se queda paralizada y morada de llorar, porque ya ha aprendido a luchar por lo que quiere. Y lo ha conseguido. Ha aprendido muchas cosas en estos años, algunas me gustaría pensar que han sido de aquellas cuatro Corbacho que siempre la han rodeado, la hemos rodeado.
   Pasado mañana se casa, empieza una nueva etapa que, como la vida misma, estará cargada de cosas buenas y de otras no tanto. Y quiero recordarle que, aunque ahora tenga a su lado otras personas como su hermana, sus amigos, su marido, de alguna manera seguiremos ahí las cuatro, las cuatro Corbacho, las de los paseos interminables por la calle Columela, dispuestas a  arroparla en todo como entonces y listas para darle, si es necesario otra vez, un zarandeo si se le olvida que  la Vida hay que disfrutarla a pleno pulmón.

lunes, 19 de marzo de 2012

Mi anónimo

He recibido en la entrada anterior el comentario de un anónimo que me gustaría compartir con vosotros. Dice así:
"No me busques, ya no vivo allí... Animado por tu ejemplo, y queriendo romper definitivamente con mi pasado, dejé de ser un "llorón"... Me dejé talar, morí... Y renací a una vida de felicidad infinita, ahora formo parte de tantas y tantas cosas buenas... Estoy en el centro de un polo al que un niño ansioso da el primer chupetón, conmigo los niños hacen construcciones de mil palillitos en los que me he convertido, soy una cruz, que, vestida convenientemente, es el alma de una cometa que vuela como tú, estoy en la caseta de tu perra, en el revestimiento de tu casa, tu furgoneta, en el suelo que beso cuando tú lo pisas...
Gracias, Marian, yo también aprendí de ti...... y cambié...... a mejor."
(Tu anónimo)

domingo, 18 de marzo de 2012

Siempre nos quedará Paris (2ª y última parte)

El árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti,
y le pregunta a la noche
si serás o no feliz.
El arroyo me ha contado
que el árbol suele decir:
quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí.
Al que se va por el mundo
suele sucederle así.
Que el corazón va con uno
y uno tiene que sufrir,
y el árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti.

"El árbol que tú olvidaste", Atahualpa Yupanqui
Pdta: Lo hice. Casualmente había una silla colocada a su lado, la que sale en la foto. Debe de ser que tiene mucho trabajo. No me extraña, el tío es muy bueno en lo suyo. A mí ya me ha dado el alta, así que dejé la silla en su sitio para el próximo que se anime. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Ánimo.

martes, 21 de febrero de 2012

Siempre nos quedará Paris

Dentro de unos días me voy a Paris. Vuelvo otra vez a sus calles, a sus parques, a sus rincones después de justamente 10 años. Y si es verdad lo que dicen de que 20 años no es nada, 10 deberían ser mucho menos, pero creo que por esta vez no es cierto. Imagino que para la vida de cualquiera 10 años son muchos, pero aún lo son más si suponen cierta barrera en el tiempo y en tu mente, es decir, si tu vida es sustancialmente no ya muy diferente, sino otra, sencillamente otra, porque como tal te sientes.

Paris desde aquel 2002 en que la visité ha sido para mí un referente, un sitio obligado al que volver, incluso con cierto caracter sagrado de peregrinación, porque en un época me refugié en la idea de volver a pasear triunfante por aquella ciudad, porque un día soñé con ser un árbol de los jardines de Luxemburgo, un sauce llorón al que alguien redimía de tanta soledad y que me obligaba a verme desde el otro lado. Dicho así, supongo que es difícil de entender, tal vez es más fácil si cuento que en aquella ocasión me sentí terriblemente desdichada y que en aquel jardín, el de Luxemburgo, me atreví, por primera vez, a dejar de mirar para otro lado. Y es que sentirse sola en Paris es verdaderamente terrible, toda una tragedia digna del mejor culebrón. Tal vez por eso lloré tanto cuando Carrie Bradshow en aquel capítulo se va a vivir a Paris (maldito Sexo en Nueva York) y descubre que no hay nada más desgraciado que no sentirse amada en la "ciudad del amor"(maldita decisión y maldito viaje).

En fin, tengo entendido que al sitio que has sido feliz no debes tratar de volver, así que si aplicamos la lógica, se supone que sí debes hacerlo donde no lo fuiste. Pues, nada, allá que voy. Sé que los sitios son los mismos, que somos nosotros, nuestras circunstancias y nuestras miradas las que los cambian. No espero que nada más bajar del avión me inunde una oleada de felicidad ñoña y romanticona (¡Qué horror!), ni sentirme pletórica a cada paso que dé (¡Qué cansancio!), ni que todo me parezca por arte de magia bonito (¡Qué pedantería!). No. Se trata, nada más y nada menos, de "saldar" cierta deuda pendiente con una servidora, de darme a mí misma una palmadita en la espalda, de ponerme delante de aquel sauce (¡A ver quién es la guapa que encuentra el mismo!) y contarle que lo hice, que en aquel entonces me morí de miedo pero que aún así lo hice, que soñé con cambiar mi vida y que lo hice, y que me propuse venir a contárselo y que lo hago. No sé si el sauce tendrá algo que decir al respecto, yo con dejar de soñar con él tengo bastante. Recordemos que me acabo de hacer una mujer mayor, vieja y libre, y ahora, por fin, en mis sueños las princesas persiguen a los lobos, las reinas nos salvamos solitas y, sobre todo, los árboles (malditos árboles sicoanalistas) no tienen la costumbre de meterse en la vida de nadie.

Mucho más divertido, ¿no creéis?

domingo, 22 de enero de 2012

¡Me acabo de hacer mayor!

Pues sí, lo acabo de decidir, ya me he hecho mayor. Porque para qué esperar, no tiene sentido, tanto tiempo dándome miedo eso de qué será hacerse mayor y de repente, cataplán, ya lo soy. Igual no es una cuestión de querer serlo o no, pero yo soy muy voluntariosa, y por qué no decirlo muy cabezota, y si yo digo que me acabo de hacer una persona mayor, quién me va a llevar la contraria, quién me va decir que no puedo ser lo que yo quiera ser, eh? Bueno, seguro que muchos, pero eso no viene al caso.


La cuestión es que me he comprado una agenda estupenda, ésa de "La agenda de las mujeres", que este año se llama "Viejas y Libres". En cuanto que vi el título comprendí que estaba hecha para mí, porque cada día me encanta más la palabra vieja y porque cada día me siento más libre. Creo que es un tándem magnífico ser vieja y libre, como no puede ser de otro modo. Encuentro tan liberador gritar "¡Soy una mujer mayor, soy una mujer libre!", que traducido resulta "¡Ten cuidaito conmigo que sé muy bien quién soy!". Y es que no hay nadie más poderoso que una mujer que sepa perfectamente lo que quiere y a dónde va, aunque eso siga suponiendo hoy día un inconveniente más a resolver. En cualquier caso, la autenticidad para una persona mayor, como lo soy yo, ya no es una opción, así que afrontaré las situaciones, que sé van a ser muchas, que provoquen éste mi nuevo estado.


Sin más que anunciaros, me podéis seguir llamando Marian, Angelita o MªÁngeles, guardad aún el "Señora" para un poco más adelante, para cuando me haga viejecita, que es un grado más y al que por falta de sabiduria creo que aún no llego.




Atentamente, just an older woman.