Paren todos los relojes, corten el teléfono.
Eviten que el perro ladre dándole un hueso jugoso.
Silencien los pianos y, con un sonido suave,
Traigan el ataúd, dejen venir a los deudos.
Permitan a los aviones dar círculos en lo alto.
Escribiendo en el cielo el mensaje: él está muerto.
Coloquen crespones alrededor de los cuellos blancos de los servidores públicos.
Permitan usar guantes negros de algodón a los policías.
Él era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste.
Mi semana de trabajo y mi domingo de descanso,
Mi mediodía, mi medianoche, mi conversación, mi canción;
Pensé que el amor duraría para siempre: me equivoqué.
Ahora no se necesitan las estrellas, sáquenlas todas;
Llévense la luna y desmantelen el sol;
Vacien el océano y limpien el fondo;
Pues nada ahora podrá ser como antes.
Wystan Hugh Auden