Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

domingo, 25 de enero de 2015

El Cotidiano y La Reina Tuerta

La vida es puro juego de palabras, no sé si alguien lo habrá dicho antes, y, si no, pues lo digo yo. En estos días solo hablo de mi columna. O de mi columna física o la literaria, y es que, como la mayoría sabréis, desde esta semana colaboro con una columna en el diario digital El Cotidiano, así que igual ahora me veis un poco menos por aquí, pero no preocuparos, que yo os iré colgando igualmente los enlaces. Es solo el principio, de qué aún no lo sé muy bien, pero me hace mucha ilusión, y eso ya creo que es, por sí solo, un maravilloso fin.
Y, como lo prometido es deuda, aquí va el primero.

      La Reina Tuerta (pincha en el enlace)




Cita la leyenda que "En el país de los ciegos, el tuerto es rey". Que el refranero español es sabio, no lo vamos ni a discutir ni, mucho menos, a descubrir ahora. Hoy debuto en esta honorable plaza y quiero hacerlo explicando el porqué del nombre de mi columna. Este refrán nos aparece con más de una interpretación en los libros y diccionarios y huelga a estas alturas explicar su significado.
Hubo un tiempo en que una amiga en su afán de consolar, siempre decía, siempre me decía, a modo de mantra, "En el país de los cie270221_1938954392155_3813571_ngos, el tuerto es rey", "En el país de los ciegos, el tuerto es rey", "En el país de los ciegos, el tuerto es rey", era su respuesta para todo, hasta que recuerdo un día en que me volví para ella algo enfurecida y le dije: que sí, que sí, que seremos reinas, pero entérate y abre los ojos de una vez, somos reinas tuertas, y no siempre me vale ser tuerta, no siempre me compensa ser tuerta, por muy reina que sea. Ella, claro, mi amiga, dejo de decirlo o, al menos, delante de mí. No sé si le convenció mi respuesta, la deprimió hasta tal punto o sencillamente no tuvo ganas de volverme a ver así. Comprensible por otra parte. Pero el hecho es que desde entonces, y os aseguro ha llovido mucho, esas palabras han resonado en mi cabeza.
Y es que todos, bueno, todos los afortunados de no ser ciegos en esta nuestra sociedad, que, a veces, me pareciera estar dentro de la famosa obra de Saramago, con tanto ciego a nuestro alrededor, somos reyes y reinas tuertas. Aquí no se libra nadie. Yo soy una reina tuerta, mi amiga es una reina tuerta y tú, lector, en el mejor de los caso también serás un rey o reina tuerta. Y esto, no es una cuestión de pensamiento o filosofía de vida  negativa. Nada más lejos.  Soy vital y positiva como una manzana, pero como diría el genio, "lo que es, es".  No me gustan que sean condescendientes conmigo, ni los fallidos intentos de consuelo cuando de lo que se trata no es de consolar, sino de aceptar.
Soy afortunada, muy afortunada, entre otras cosas, porque cada mañana decido serlo. A fin de cuentas, la felicidad, la alegría y lo que yo llamo fortuna, en cierto modo también se elige, se decide y se apuesta por ella. Eso sí, cada mañana, cada medio día, cada tarde y cada noche de tu vida. Es un trabajo, un trabajo y una tarea como otra cualquiera. Pero eso sí, que nadie pretenda engañarme y menos hacerlo yo misma. Yo soy una reina, pero tuerta tuertísima como la que más, como metáfora no es la que hubiese elegido, pero creo que nos vale para la ocasión. Porque por muy reina que sea, como le intentaba hacer ver a mi amiga, tengo mis miserias, mis cicatrices y mis heridas, y, si no fuera consciente de ellas, no podría renegociar con ellas, como lo hago cada mañana. Sí, en en ese justo momento de la mañana en que, pese a todo, vuelvo a decidir que soy feliz, alegre y afortunada, en ese mágico momento en el que por un momento me miro al espejo y  me veo como una REINA, sí, incompleta, como todos, pero una reina.

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