Hoy retomo el camino, la inquietud y el esfuerzo de escribir...
Amenazo, vuelvo a escribir en éste, mi blog, como una Reina Tuerta en un mundo de ciegos.

jueves, 26 de mayo de 2011

Las Bananarama

Nos conocimos en el otoño del 87, con nuestros 18 años alguna que otra sin aún cumplir. Cada una venía de un sitio y un mundo diferente pero nuestros apellidos y el azar hizo que coincidiéramos en la misma clase. Se abría ante nosotras la Facultad, y no cualquiera, sino la Facultad de Filosofía y Letras, con su olor a naranjos, y con ella se nos abría la vida, dejábamos de ser adolescente y contemplábamos atónitas todo lo que la vida nos presentaba. Eran tantos los sueños, tantas las opciones que torpemente, de la única manera que se puede hacer a esa edad, fuimos descubriendo, rechazando y acogiendo lo que desde el corazón (o el estómago) nos parecía lo mejor. Y cuántas veces nos equivocamos,  tantas como tardes en las que nos veíamos en cónclave urgente para secar las lágrimas de la otra, intercambiar consejos femeninos  o simplemente reírnos juntas de todo lo que hacíamos mal. Porque juntas las tres, Ana, Marichu y una servidora conseguimos grandes cosas, a saber, que el dolor de las rupturas fuera menor, a llevarte mejor con tus padres (vamos, que te dejaran salir hasta más tarde, y es que tres cabecitas siempre han pensado más que una), a que el Esbozo de la Real Academia entrara mejor, a saber combinar la ropa, a ponernos bien la raya del ojo y, sobre todo, a hacernos sentir que nunca estábamos solas, porque siempre nos teníamos las unas a las otras. Los hombres podían pasar, pero nosotras siempre estábamos ahí. De hecho, en la Facultad nos llamaban las Bananarama, porque éramos una rubia, una morena y otra con su eterno tinte caoba, y siempre estábamos juntas. Forjamos en esos años una amistad incondicional, luego la vida y sus grandes ideas nos fue separando, pero sólo espacialmente.
Más tarde he tenido la suerte de tener otras grandes amigas, pero con ellas nunca podré volver a compartir aquella juventud, aquellas risas, aquellos llantos, una época en la que todo lo que nos pasaba, nos pasaba a lo grande. Hoy día la distancia me impide compartir con ellas lo cotidiano. Marichu siempre ha estado en todos los momentos buenos y menos buenos que la vida me ha ido trayendo, sin embargo, con Ana no tengo la misma suerte. Se nos marchó un día a Londres en busca de su amor y de su vida, y junto con ellos encontró también la felicidad. Y es precisamente por ella por la que hoy escribo esto, en un par de días es su cumpleaños y está pasando por momentos difíciles, intentando, como ella dice, superponer momentos alegres a una tristeza y un dolor que se antoja eterno. Nadie nos dijo todo lo que venía detrás, todo lo que implicaba ser mayor. Pero hoy al escribir esto me he dado cuenta cuántas veces he tenido que usar la palabra "siempre". Y es que siempre serán mis grandes amigas y siempre estaremos de una forma u otra unidas, porque siempre seremos Las Bananarama.
¿Verdad chicas?
Os quiero.
Feliz cumpleaños Ana.

Foto tomada en nuetro último encuentro este verano.


5 comentarios:

  1. Preciosa entrada Marian, creo que si, que siempre lo seréis, las Banamaramas.
    Un beso gordo.

    ResponderEliminar
  2. Qué grande lo que has escrito, qué tuyo, qué suerte de tener amigas como ellas dos, de haber vivido tanto y tan intensamente con ellas. A Marichu la conozco y es realmente maravillosa como persona y te quiere con el alma. A Ana no la conozco personalmente, pero al tener a dos amigas como vosotras...debe ser muy merecedora de tanto amor. A vanti, A vanti siempre, Banamaramas.

    ResponderEliminar
  3. Que cosas me entero. No sabia lo de las Bananarama, eran los tiempos de los barcos... Y se marcho... (Perales), jajaja.

    ResponderEliminar
  4. ¿Que tienen los amigos de la juventud que nunca se olvidan? Es una suerte que aun mantengas el contacto con ellas, no siempre es asi, y es una pena.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por este precioso homenaje que llega en el momento justo. Los homenajes suponen siempre el dulce cierre de importantes tramos de nuestra vida, e incluso, a veces, de una vida entera.
    Han pasado más de 20 años y como tal debe ser recordado, al amparo de la objetividad que da la distancia y de la madurez de los años vividos. Mientras, yo sigo intentando guardarlo todo en 38 cajas.

    ResponderEliminar